La economía cuasicircular

Es de general aceptación que la economía circular
es una concepción necesaria para el desarrollo de actividades de forma sostenible
a largo plazo, fundamentalmente en lo referido al medio ambiente.
Lo lamentable del asunto es que, en (demasiadas)
ocasiones, se trata de complementar la falta del verdadero «cierre de círculo»
medioambiental integral con un argumentario manido e incluso trilero,
cuya correspondencia con la realidad es solo parcial, teórica y no alcanzable
por ahora... o incluso dolosa.
A ello se añade la general ausencia de información, ciertamente
compleja de obtener si se quiere fiable -máxime para pequeños
productores-, como puede ser la huella de carbono derivada del diseño, fabricación,
transporte al punto de consumo, funcionamiento en sí, etc. de los diferentes
productos y actividades económicas, es decir, de sus ciclos de vida totales.
Además, hay que tener en cuenta otros aspectos esenciales
que este artículo no aborda, por ejemplo, los relativos a las deslocalizaciones
(económicas) y sus impactos sociales, o los específicos de salud general / laboral
en el campo de la utilización, fabricación, etc. que ya hace años recogen
múltiples estudios y publicaciones (e.g. del Instituto Nacional de Seguridad e
Higiene en el Trabajo -INSHT-), como en el caso de los ejemplos expuestos más
adelante.
Volviendo al aspecto medioambiental, para evidenciar el inadecuado lenguaje antes referido, basten dos conocidos ejemplos en áreas de plena actualidad divulgativa, que demuestran la franca parcialidad, por omisión u ocultación, que posee el adjetivo circular de la economía que les atañe hoy en día:
· Nuevos materiales y/o sus aplicaciones: Es incuestionable que en los últimos años se han
desarrollado nuevos materiales, o aplicaciones de estos o de los ya existentes,
cuyos avances tecnológicos serán esenciales en muchos campos.
Lo que no se puede, aun veladamente,
es crear la falsa asociación de ideas sobre su idoneidad medioambiental debido
a su reciente creación o aplicación... baste observar los problemas
medioambientales que plantean los materiales tradicionales en tamaños poco
controlables debido a su mal uso o gestión final incorrecta, por ejemplo, los micro
plásticos. Algo similar ocurre en el caso de los materiales multicomponente, etc.
Igualmente generará problemas
medioambientales, si no se prevé su correcto reciclado desde el diseño, el uso generalizado
de materiales aún más pequeños como pudieran ser los nanomateriales (grafeno, etc.)
como tales o como carga en otros para la mejora de propiedades, bien por ser susceptibles
de liberación, bien dada la obtención de compuestos demasiado específicos para
su reutilización y/o reciclado.
·
Movilidad «sostenible»:
o
Vehículo eléctrico: sin entrar a evaluar las antedichas fases de diseño, fabricación y
reciclado, especialmente del residuo final de sus baterías, basta referirse
al propio uso para descubrir la falsedad (actual) sobre su pretendida
ausencia de contaminación.
Podemos admitir que esta se deslocalizará, pero en absoluto se evitará, al menos actualmente. ¿Cómo es esto?... la respuesta depende de otra pregunta: ¿Qué fuente se va a utilizar para generar la electricidad que consume el vehículo eléctrico?, referido al «mix» actual de fuentes de producción, ya vemos lo que contamina; y siendo más exactos y si nos referimos a la generación del incremento marginal de energía que se necesita respecto a la actualmente consumida, todavía contamina más. Esto se analiza con algo más de extensión en un artículo propio, ya veterano, que se puede leer aquí: Evaluación impacto vehículo eléctrico
o
Vehículo de pila de combustible (hidrógeno): A priori, la utilización
del hidrógeno como fuente de energía es la ideal en todo caso, dado que
solo emite agua en cualquiera de sus estados.
Hay aplicaciones del hidrógeno incluso
como combustible en motores térmicos, aunque sea menos eficiente. No obstante,
la tendencia es utilizarlo mediante pilas de combustible para producir
electricidad en el propio vehículo eléctrico, en este caso, permitiendo el uso
de baterías menores y sustituyendo la recarga de electricidad, ciertamente
lenta y de menor densidad energética con las baterías actuales, por una rápida
recarga con hidrógeno que además permite generalmente mayor energía total
acumulada en sus depósitos.
Hasta aquí, eficiencias y problemas
técnicos aparte, todo es ideal… pero volvemos al mismo problema que se
evidencia con una pregunta anterior similar: ¿Qué «color» de hidrógeno se va a utilizar para
repostar el vehículo?, nomenclaturas hay muchas según la fuente y método de
producción del mismo (verde, turquesa, azul, gris, marrón, negro…), pero solo
uno es verdaderamente limpio, el hidrógeno verde, producido
mediante la electrólisis del agua a partir de electricidad procedente de
fuentes renovables… pero solo será verde si nos referimos a
fuentes verdaderamente renovables, porque en ocasiones se
aprovecha el concepto de (combustible o fuente) renovable cuando
realmente no pasa de ser reciclado, pues emite lo mismo que los
obtenidos por procesos tradicionales, aunque aportan una reducción de residuos
acumulables o de emisiones a la atmósfera del propio precursor del que se
obtiene, lo que no es despreciable… pero no lo convierte en limpio ni
renovable. También se analizan ciertos aspectos de estas energías en otro
artículo:
Es cierto que ni
se debe ni se puede frenar el necesario avance tecnológico pero, si el
compromiso sinceramente es que este sea verdaderamente
sostenible o circular, además se debe incluir dentro del propio
proceso de creación del material, tecnología o de sus nuevas aplicaciones, el
claro establecimiento de los procesos necesarios (y verdaderamente realizables)
para gestionar los residuos que se generen durante y al final
de su vida útil, para que el impacto medioambiental a producir sea asumible.
Y todo ello sin olvidar que, de
manera igualmente importante, el compromiso nos afecta también a los consumidores
de aquellos, haciendo un correcto uso durante y al final de su utilización.
Sirva este
artículo de opinión como acicate para avanzar a marchas forzadas en el imprescindible
concepto de economía circular, al cual no podemos renunciar bajo ningún
pretexto… pero de cuya completitud todavía estamos francamente lejos.
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